UN GESTO PARA EL QUINTO ANIVERSARIO DE TU MUERTE DE RAFAEL GUILLÉN

 

rafael foto

 

Granada- 1933

 

 

 

He venido hasta aquí, por ver si el polvo

de lo que tanto amé,

por ver si esto que queda, que no es nada,

de lo que tanto amé,

por ver si la corpórea cercanía

de un deshecho perfil amable, ay,

tantas veces descrito por los besos,

de unos huesos o, acaso, de un vestido

que yo oprimía junto con tu brazo,

por ver si la certeza renovada

de este silencio en torno,

puede ponerle playas

a mi dolor, puede aún levantarse

como rocoso límite concreto

en donde rompa mi dolor.

Aquí, donde la nada se amontona

y el jaramago crece en los vacíos

que dejó el pensamiento.

Aquí, donde los muertos, ordenados,

como puestos para secar y siempre

inútilmente cerca

como las cosas entre sí, no tienen

tiempo ya para hacer, tampoco para

dejar de hacer aquello que podría

ser comunicación, amor acaso.

Aquí, donde hasta el viento se arrincona,

después que el bieldo separó del grano

esto que sólo es paja,

aún menos que el polvillo de la paja.

Aquí, donde se asoma

la otra mano de Dios, la que sostiene

la esponja que nos borra,

donde la sombra sube

resumida en ciprés, pues de otro modo

no cabría en los cielos, ni en los hombres.

He venido hasta aquí, porque es domingo

y las calles con sol y las placetas

se llenan de muchachas

recién lavadas, blancas, y no puedo

con tanta vida, hoy que te recuerdo.

He venido porque los niños crecen

y crece el matorral y la luz crece

y lo bueno y lo malo crece, y todo

se expande y gira en torno de este punto

de dolorosa calma detenida.

He venido hasta aquí, sin más motivo

que el que tuviera de asomarme a un pozo

tan sólo porque es hondo

o el de sentarme quedo junto al mar

porque es el mar. Y ahora

me pregunto si al cabo de este llanto,

si al cabo del dolor, no habrá un poquito

de tierra nada más, de alguna imperceptible

materia tuya, que traspase el mármol

para tocar mi piel, para rozarme

levemente el cabello.

Porque nunca he querido

entender el amor sin una forma

de tacto. No he podido

renegar de este cuerpo que me diste.

He venido sin flores y sin luto.

He venido a fumarme este cigarro

delante de tu muerte;

solamente un cigarro, por aquello

que fue una gran borrasca de ternura.

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